Ya se que me esperan las
azucenas y el silbido de las hojas de los sauces que acompañan al canto del
río. Ya se que se acabarán los amaneceres rojos y el perfume de la hierba
mojada; el mirar pasar las nubes mientras pasa la tarde; y las noches de exilio
envueltas en silencios, esperando las abiertas colinas de la aurora buscando el
paisaje en cada mirada.
Ya se que todo será
tierra donde la sombra crece, y silencio sin pájaros ni trinos, ni melodía del
aire; ni crepúsculos enredados en la brisa ni incendios de estrellas en el
cielo.
Clavaré mis silencios en
la espera del tiempo implacable que me sigue y me abruma, imponiendo su sombra a
la luz de la vida.
Pero no me duele el otoño
suave en quien reclino mi aire, ni la carne embriagada de penumbra; solo me
duele el pensar que mañana ya no estarás conmigo.
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