08 agosto 2016


GÉNESIS

             No fue solo el desconcierto violento del corazón. No fue solo eso. La deriva vino por lo imprevisto de un fulgor desconocido. Por el ardor que brinda la verdad de aquello que te niegas a reconocer. La vigilia en noches que vieron arrastrar nuestras huellas las sílabas de las palabras que no nos atrevíamos a pronunciar, en días en que solo el tiempo jugaba en nuestra contra. Así fuimos acumulando todos los espasmos que nos pedía nuestras bocas, como amantes impacientes que buscan en la carne la verdad de su destino; esa gota sobresaltada que se deposita en la penumbra de lo no sucedido, entre el aire que pasa a través de dos cuerpos desorientados que están aprendiendo a vivir.