GÉNESIS
No fue solo el desconcierto
violento del corazón. No fue solo eso. La deriva vino por lo imprevisto de un
fulgor desconocido. Por el ardor que brinda la verdad de aquello que te niegas
a reconocer. La vigilia en noches que vieron arrastrar nuestras huellas las
sílabas de las palabras que no nos atrevíamos a pronunciar, en días en que solo
el tiempo jugaba en nuestra contra. Así fuimos acumulando todos los espasmos
que nos pedía nuestras bocas, como amantes impacientes que buscan en la carne
la verdad de su destino; esa gota sobresaltada que se deposita en la penumbra
de lo no sucedido, entre el aire que pasa a través de dos cuerpos desorientados
que están aprendiendo a vivir.
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