Contemplo con desconsuelo
la luz que parece inventarse
los días en que el corazón
se contradice;
esa forma muda
que nunca te responde.
Así quedan dudas
que jamás resuelvo,
empeñado en ignorar
los gemidos de la sangre,
ese enigma conocido
que viene de acariciar
viejos sentimientos.
El tiempo se derrama
muy lentamente
entre la indiferencia
de aquellos años
y el silencio articulado
por una cansada madurez.
Es denso el padecer
en raíces entrelazadas
que ha engendrado
el miedo latente,
la arista incómoda
que la memoria preserva.
Pero me resisto a escuchar
las espectrales ausencias
de amargas sombras,
devorando sin miedo
los pliegues envejecidos
de un clandestino horizonte.
Luces que desdichados ojos han abandonado a su suerte, perdiéndose en la impetuosa memoria de la decadencia y el abatimiento. Busco en las razones de mis dudas los indicios de las respuestas a esta conjetura, mas el lento tiempo avizora amenazante un alma decrépita que ha agotado sus esperanzas.
ResponderEliminarEl miedo acompaña la ausencia de las sombras, siendo prueba indubitable de interés propio y señal de que no hay rendición. Tiempo llevo viviendo en el sombrío letargo de unas tinieblas donde el miedo no es bienvenido.
Excelente.
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