Lo se.
Se agita el pulso del deseo
en el mármol inaccesible de tu carne,
en el eco tormentoso de tu mente,
en los solitarios crepúsculos vacíos.
No hay amaneceres de intimidad
en tu blanca desnudez estremecida,
ni ocupación de tus espacios
recorriendo los jardines de tu sexo.
Nadie probó las fragancias de tus aromas
ni la tormenta de tus pasiones;
ni el beso furioso que nunca has dado,
ni tu dulce amor que sabe amargo.
No sabrás aquello que ahora ignoras
porque te evades lentamente en sombras del ocaso,
condenada a ser sombra de tu sombra,
a vivir un mundo de silencio en tu cuerpo,
a conocer un espeso mar de cielos grises.
Lo se.
Se agita el pulso del deseo
en tu cuerpo despojado de caricias…
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