He vuelto a donde solíamos amarnos,
al lugar donde los cristales de tus ojos claros
derramaban silenciosas quejas,
y la tarde se derrumbaba en las sombras
mientras yo vagaba por tu mirada incierta.
He vuelto a recordar tu apariencia
de paloma extraviada en su vuelo;
y que en tus labios encontraba
el sabor del viento del invierno
y las escondidas mieles de tu llanto.
Y tu mirada,
presintiendo la triste angustia desolada
del amor trazado con tanto empeño,
de amante que en olvidos se consume
con ese amargo sabor que muerde dentro.
Hoy he vuelto a recordar todo aquello,
a recorrer las sendas interiores de tu alma
abstraído por el vago olor de tus aromas,
cansado de andar horizontes de hastío
y naufragando en la espesura del olvido.
Hoy beso tu sombra y vivo tu recuerdo
-cuanto siento y me pesa tu silencio-,
y mientras llega en vinos nocturnos la mañana
en brumas el desengaño me convierte
en el imperioso afán que te reclama.